Ávila, la «Jerusalén castellana», escenario perfecto para una Semana Santa íntima y marcial

Si Ávila es bella y señorial en cualquier momento, durante las celebraciones de Semana Santa se convierte en un milagro en el que tallas, cofrades, flores y cirios se funden con su estremecedora arquitectura

Por Enrique Sancho

No existe un escenario más adecuado para el recuerdo de la pasión de Cristo que Ávila. Su situación en lo alto de una colina dominado el valle Amblés, sus recias e intactas murallas con la vigía permanente de sus noventa torres, la preeminencia de sus iglesias y sus monasterios que la pregonan ciudad sacra, sus empedradas calles ascendentes y quebradas, el halo religioso de su historia y sus campanarios apuntando al cielo le dieron el merecido título de la «Jerusalén castellana».

Por eso, es Ávila buen marco para celebrar los misterios religiosos en el dramatismo de la Semana Santa, con su exigencia de austeridad y silencio.

El ámbito de los templos románicos y góticos abulenses, las fachadas pétreas de las casas señoriales y las celosías de sus conventos hacen de Ávila lugar preferente para adentrarse en la contemplación renovadora de hechos lejanos y de actualidad perenne.

Sus muchos otros méritos, además, la han hecho merecedora de ser Patrimonio de la Humanidad. Pero si Ávila es bella y señorial en cualquier momento, durante las celebraciones de Semana Santa se convierte en un milagro en el que tallas, cofrades, flores y cirios se funden con su estremecedora arquitectura.

Viajar a España puede ser una buena ocasión para cualquiera pueda visitar la medieval ciudad amurallada de Ávila en el corazón del viejo reino de Castilla. Una ciudad que fue cuna de grandes personajes, como los santos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Ávila de los Caballeros, Ávila del Rey, situada junto al río Adaja, se encuentra a poca distancia de Madrid, capital de España y perfectamente comunicada con la misma. Un viejo dicho sostiene que Ávila es «Tierra de cantos y de santos». De cantos por el rigor de la tierra abulense, sobria y granítica, austera e inquebrantable, acorde con la solemnidad de la mística y el recogimiento y con la dureza del temple de la guerra.

La UNESCO declaró a la ciudad de Ávila «Patrimonio de la Humanidad» en reconocimiento a la gran importancia de sus monumentos, tesoros de una ciudad que sintetiza magníficamente el espíritu castellano de antaño, en el que lo militar y lo sagrado avanzan juntos, inseparablemente unidos.

Sus murallas, sus iglesias, sus palacios… son el reflejo de un pasado enormemente rico, que ha dejado también sus frutos en hermosas tradiciones. Tiempo de pasión y silencio Ejemplo de estas tradiciones es su Semana Santa y todos los actos que tienen lugar alrededor de la misma, estando considerada, desde el año 2005, Fiesta de Interés Turístico Nacional y a punto de conseguir la categoría de Internacional.

Después de los numerosos actos que se celebran durante la Cuaresma, con exposiciones, jornadas de música sacra, conferencias… llegan las procesiones de Semana Santa cuando se echan a la calle, con respeto y silencio, sus 14 cofradías, hermandades o patronatos que integrados en la Junta de Semana Santa, organizan 16 espectaculares procesiones, iniciándose el Viernes de Dolores y terminando el Domingo de Resurrección, cubriendo todos los días de la semana, incluso algunos de ellos con dos y tres procesiones.

Treinta y ocho imágenes y grupos escultóricos tallados por grandes imagineros, acompañados por centenarias cofradías penitenciales que conservan sus primitivas raíces en el más puro sentir castellano, representan, en las empedradas calles, la Pasión de Cristo, siguiendo con una tradición antiquísima que tiene su origen en el año 1540 cuando el Ilustre Patronato de la Santa Veracruz organizó la primera de las procesiones que dan inicio al amplio historial con que cuenta la Semana Santa abulense, en la que la austeridad, el recogimiento, el silencio y el bellísimo marco por el que discurren las procesiones hacen una Semana Santa digna de contemplar para los fieles que se agolpan, por miles, en las aceras, unos de la propia ciudad y otros llegados de cualquier lugar del mundo.

Presenciar y describir las procesiones penitenciales abulenses es transmitir la emoción de momentos que quedan grabados en la retina de los espectadores que en esos días se acercan por la vieja ciudad que vio nacer a Santa Teresa de Jesús.

El golpe sordo de los tambores, el inalterable paso de los costaleros, el silencio contenido. Iglesias, palacios, casa solariegas, calles estrechas, se llenan de sentimiento transmitiendo una vibración especial a todos los presentes.

Una historia llena de fe, que se hace corpórea en espectaculares pasos procesionales de gran valor. El Cristo de la Ilusión, el Cristo de la Agonía, Jesús de Medinaceli, Nuestra Señora de la Esperanza, la Virgen de las Lágrimas… innumerables tallas del siglo XVI. Obras inmortales de maestros escultores de la gran escuela castellana que han sabido reflejar, en los gestos, toda la expresividad de tan sublimes momentos.

Procesiones centenarias salen al paso en movimientos ondulantes, pero siempre firmes. El Cristo de las Batallas, que con el fuego de sus antorchas ilumina la madrugada del Jueves Santo. La «Borriquilla» del Domingo de Ramos, inicio de la Semana de Pasión.

El esfuerzo de todo un pueblo y de la Junta de Semana Santa han hecho de la Semana Santa abulense todo un acontecimiento para ver y sentir. El lento caminar de pasos y cofrades, los anderos y costaleros que portan los pasos a los sones de impresionantes bandas de música, la sombra de Crucificados y Nazarenos reflejados en la muralla, las velas y faroles de los cofrades, el canto del Miserere, el encuentro entre Jesús y su Madre a las puertas de la catedral en la noche de Lunes Santo, el Vía Matris con sus lecturas en diferentes plazas de la ciudad, el Vía Crucis alrededor de la muralla con más de diez mil fieles acompañando al Cristo de los Ajusticiados en la madrugada del Viernes Santo, hacen de la Semana Santa de Ávila, una Semana Santa especial, de la que se dice que hay que contemplar todas sus procesiones puesto que cada es distinta a la anterior y a la siguiente. Son días en los que las tradiciones más enraizadas se unen en una profunda devoción.

Y entre procesión y procesión, entre palacio e iglesia, entre murallas y plazas, hay tiempo para disfrutar la rica gastronomía abulense tradicional durante todo el año, pero que en esos días nos deja el sabor especial de las flores, las torrijas y el hornazo, acompañados, como bebida, por la tradicional limonada.

Más información: www.juntasemanasanta-avila.com / www.turismoavila.com

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El Periodista