Maravillosa lluvia
“En estos años nos ha tocado vivir entre la ira y la vergüenza, ¿alcanzará ello la fuerza suficiente para convertirse en a lo menos Desobediencia Civil?, me dicen”
Escribe Elicura Chihuailaf / Poeta
Cuando bajé del bus, el domingo en la mañana, estaba lloviendo en Temuco. Qué privilegio vivir en este sur en el que aún se refugian con todo su esplendor las estaciones de la Naturaleza. Silbaba anoche el viento y sobre el zinc eran interminables las melodías del invierno. Como cada día / cada noche trabajé hasta la madrugada por “amor al arte”, escribiendo con todas las cartas sobre la mesa, valga la redundancia, sin cartas bajo la manga, quiero decir sin el cálculo de la traición –ni material ni espiritual– porque no soy / y no fui, me parece, un burócrata arribista (por eso no ejercí mi profesión).
Y solitario sentí un poco de frío en mi casa sola, pero mi hijo Paulito Lienkura (¿qué será de nosotros hijo, qué será?) vino a buscarme y a abrazarme en mi Sueño. Después con los indicios iniciales del cansancio de golpear puertas en las Universidades y en otras instancias culturales (“no saquemos de su Sueño al poeta”, dijo –años atrás– un decano de la Universidad de la Frontera, para negarme la posibilidad de conversar con los estudiantes), digo no para hacer “carrera” sino para “sobremorir” mejor, que no más dignamente, pues de ello creo tenemos bastante quienes estamos en este ámbito de trabajo que nos deja pocas horas de descanso y no nos permite vacaciones, pero sí toda la “libertad” del mundo, pues –como se sabe– con la imaginación, y la verdad sin certezas, el vuelo es infinito. Digo, con los indicios de ese cansancio salí esta mañana a encontrarme con la ciudad y con las cuentas, entonces yo fui el hombre que aferrado a la esperanza y a su manta de lana y con el sombrero hasta la cejas iba pidiendo permiso al ventarrón. Me sentí el hombre salido del libro de lectura de mi infancia, como un redivivo personaje de algún grabado de mi querido amigo Santos Chávez; con los pantalones estilando sobre mis piernas y mis pies chapoteando en los zapatos. Caminando entre las chimeneas que saludaban con humaredas la íntima tibieza de las casas. Y el aroma a carbón, a leña, a parafina… ¿Qué es la felicidad / qué es la amargura? Cuántos recuerdos en esta vida breve.
Entonces, me dije, ¿cómo no pensar en nuestra gente –víctima del terremoto y de la pobreza– obligada a habitar las mediaguas húmedas de la “discursería” del gobierno cuyo presidente –aprovechado conocedor de la inmovilidad del “pueblo”, podría pensar más de alguien– a vista y paciencia de todos / todas asume un rato de “reality” (ironía de la realidad) durmiendo en un –parece– confortable saco de dormir? El dinero, me dice una amiga, no sólo sirve para engordar sino también para comprar el poder capitalista y toda la posibilidad de su extravagancia. En estos años nos ha tocado vivir entre la ira y la vergüenza, ¿alcanzará ello la fuerza suficiente para convertirse en a lo menos Desobediencia Civil?, me dicen. Se nos ha olvidado –y, por eso, hemos ido perdiendo su sentido– para qué sirve la política. Así ahora, en un hipotético ejemplo, da lo mismo que un ministro del medio ambiente sea a la vez depredador de la Naturaleza. Un discurso no es más que un discurso.
El Parlamento chileno parece también ha abandonado su rol fiscalizador. El proyecto –de la minera Barrick– Pascua Lama cuya acción ¿terrorista? sobre las reservas de agua diaguita, chilena y universal, sigue adelante: “El proyecto fue aprobado ambientalmente en Chile en el año 2005, luego de que los gobiernos argentino y chileno firmaran un acuerdo (aún desconocido para la opinión pública), sobre nueva tributación para proyectos a desarrollarse en los territorios acogidos al Tratado Minero Binacional”.
Y, previo al juicio de 19 comuneros mapuche acusados de “asociación ilícita terrorista”, el contubernio comunicacional entre el diario La Segunda y Canal 13 (programa Contacto), como en los más siniestros días de la dictadura militar, otra vez “hace noticia”. Usando esta vez como “fuente” al fiscal Francisco Ljubetic. En tanto, la semana pasada, la comunidad de Temucuicui denunció “la arbitraria detención (por carabineros) de dos niños de la comunidad Autónoma Temucuicui, alumnos de la Escuela San Francisco de Asís de Ercilla”. La Poesía no sirve para nada, me dicen. Maravillosa lluvia.