Por amor a la Madre Tierra
En todos los Pueblos y tiempos, nacen –y viven para siempre– seres humanos adelantados / adelantadas que construyen su Palabra en y desde la más verdadera poética: la acción de su pensamiento. Mujeres y hombres resplandecientes, brotando como flores sobre la nieve del invierno o sobre la arena del más inhóspito desierto.
Hombres y mujeres que viven con todos / por todos, que se hacen cargo y estremecen nuestra soledad y enrostran el egoísmo y brutalidad del sistema capitalista porque ellos / ellas –por su sensibilidad y con su sacrificio– han alcanzado la innegable autoridad para que nos obliguemos a Escuchar lo que nos están diciendo. Como el Silencio y la contemplación de la naturaleza, ellas / ellos son nuestra Memoria de que es irrefutablemente cierto que somos nada más una pequeña parte del universo, hijas e hijos de la Madre Tierra a quien pertenecemos. Somos briznas apenas soñando en la levedad / la brevedad del viento Azul.
Los hombres y mujeres que –por amor a la Madre Tierra– ayer sufrieron y sufren hoy (y seguramente mañana) la pena del encarcelamiento: lucharon y luchan por Ternura, para recordar al Estado –y a los adinerados que lo instalaron y sostienen– que la legitimidad es anterior y está / o debiera estar por sobre la “legalidad” con la que depredan y usurpan las riquezas que nos pertenecen a todos (a las generaciones pasadas, presentes y futuras). ¿Cuántas muertes humanas han provocado los Presos Políticos Mapuche?: ninguna. Ellos / ellas no han hecho sino elevar su voz para defender la legitimidad de las normas –siempre incluyentes– de la naturaleza, el siempre comunitario ecosistema (Itro fill mogen / la totalidad sin exclusión, la integridad sin fragmentación de todo lo viviente), y para cuestionar la casi constante exclusión / la ilegalidad de la legalidad chilena.
En distintos lugares y tiempos se ha dicho: “Todo pueblo que lucha tiene derecho a defenderse”. Toda historia / relato de un Pueblo es una continuidad; desde su visión de mundo se revelan sus esperanzas, sus alegrías, sus tristezas, sus enojos y sus Sueños. ¿No son acaso hebras diversas de un mismo tejido, que se entrecruzan para brindarle firmeza, mientras se canta, se cuenta, se conversa, se aconseja, se hace rogativa, se lucha, se parlamenta?
“Los winka han roto la armonía aquí, han violentado el equilibrio entre nuestra Tierra de Arriba y la Tierra que Andamos. Ellos trabajan con las energías negativas / las de la Tierra de Abajo, por eso aquí se ha secado el agua y han desaparecido las plantas y las hierbas medicinales; por eso nos hemos enfermado nosotros y también nuestros animales. Los winka están enfermando a nuestra Madre Tierra”, están reiterando las Machi / los Machi que luchan contra las enfermedades que son también hoy día los latifundios y las empresas forestales / hidroeléctricas / pesqueras / mineras.
Aquí están nuestros tuwvn y kvpalme, nuestros lazos con la Tierra en la que nacimos y la familia y comunidad a la que pertenecemos. El Rewe es el centro de la Tierra, el lugar donde Conversan e interactúan todas las energías que habitan el Universo. El Espíritu Azul que nos rige cumple acciones diversas y de acuerdo a ello lo nombramos, dicen nuestros Abuelos (as): Elmapun / Elchen / Genmapun / Genechen. Es así como las personas respondemos también a distintos nombres al mismo tiempo, nos dicen: padres / hijos / hermanos / pensadores / guerreros…
Nuestra cultura es incluyente, valora sus diversidades, cada una de ellas entrega su aporte particular para enfrentar los rigores de la historia común. Existen nuestras comunidades –físicas y espirituales– y por ellas existen nuestras organizaciones, cada una da cuenta de una innegable realidad. Por eso, contrario a lo que insisten en afirmar los gobiernos chilenos, decimos: todas nuestras organizaciones nos representan en la totalidad de la vida que no ha tocado vivir.
(Lamgen Millaray, estas palabras para Usted y para todas nuestras hermanas que –contra toda adversidad y distancia– trabajan para entregar el ánimo constante / imprescindible a sus compañeros –nuestros hermanos– encarcelados por el poder económico chileno).