Joaquín Lavín: Un Opus Dei en el gabinete
En febrero de 2000, Joaquín Lavín Pradenas, padre de Joaquín Lavín Infante, futuro ministro de Educación, confirmó en una entrevista que su hijo pertenecía al Opus Dei. Hasta ese momento, la vida religiosa del entonces candidato presidencial estuvo oculta durante toda su campaña. Sin embargo, posteriormente, con su nueva candidatura en 2005, la revelación de su carácter de supernumerario del Opus Dei significó una serie de cuestionamientos por parte del mundo político y académico sobre la aptitud valórica del ex alcalde de Santiago para ser Presidente de la República. El siguiente artículo es un resumen del reportaje «El Supernumerario Presidenciable», que desmenuza «el lado Opus» de Joaquín Lavín.
Extracto del reportaje «El Supernumerario Presidenciable» escrito por María Olivia Monckeberg. Edición Nº59 de Revista El Periodista
Si hubiera resultado elegido en segunda vuelta en enero de 2000, Joaquín Lavín habría sido el primer Presidente Opus Dei del mundo.
Sin embargo, ya en la campaña de 1999 se observó que los estrategas del ex candidato presidencial y virtual postulante para la próxima contienda trataron de mantener fuera de la escena la militancia Opus Dei del abanderado. Pero el hecho de que él mismo haya reconocido posteriormente su pertenencia a la «Obra de Dios», y la importancia que ha adquirido el Opus en Chile son desde ya elementos que motivan el natural interés público por el tema.
El ministro del Interior, José Miguel Insulza, manifestó -el 19 de marzo- que encontraba «preocupante» la pertenencia de Lavín al Opus Dei. «Tiene ese tipo de ideas. Se trata de grupos religiosos bastante extremos en su ideología»… Las palabras de Insulza encontraron eco en el intendente de Santiago, Marcelo Trivelli, quien al referirse al lavinismo y el Opus Dei habló de «visiones totalitarias y hegemónicas».
El alcalde-candidato alegó que «atacar a una persona o tratar de criticarla por una determinada creencia religiosa» le parecía inadecuado. «No me parece que el país vaya avalar una cosa así. Hoy día en Chile somos abiertos, somos tolerantes, y no discriminamos a las personas por esa razón», indicó. Y reiteró su argumento central sobre el pretendido carácter «privado» de su opción religiosa.
Entretanto, la réplica del Ministro no se hizo esperar: «Uno puede decir que este señor es Opus Dei y es bueno que la gente sepa a qué organización, pensamiento, partido político, empresa o a qué religiones pertenece la gente que gobierna o quiere gobernar el país. No sé entonces…¿es ofensivo lo que yo he dicho?». Insulza reiteró sus dichos en TVN el domingo 4 de abril, donde calificó de «integrista» la organización fundada a comienzos del Siglo XX en España por Josemaría Escrivá de Balaguer y defendió, una vez más, el derecho de la gente a saber lo que piensan quienes postulan a dirigir los destinos del país.
«ES QUE EL TIO ES DEL OPUS DEI»
Desde su columna en el diario La Tercera, el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, había terciado también en la disputa. Aunque cuidadoso de no descalificar a nadie por sus ideas, Peña sostiene que las creencias religiosas de quien aspira a ser Presidente del país son importantes. Según él, «parece obvio» que «los votantes deben saber en qué consisten esas creencias» y argumenta que «un político católico no esgrime su libertad de conciencia para contradecir las enseñanzas morales de su Iglesia… Un católico -¿o yo un descreído exijo demasiado?- cuando se dedica a la política no puede transitar alegre y desaprensivamente por el espacio público como si le fuera una cuestión privada… Por el contrario, quienes viven inflamados por la fe saben que a la hora de escoger entre las creencias y las opiniones de otros seres humanos, deberán optar, sin duda, por las primeras».
Y comenta que «nada de eso importaría demasiado si la política consistiera en ejecutar planes de obras públicas (…) pero como sabe cualquier persona culta, la política decide la vida en común, el clima en que se desenvolverá nuestra vida y la de nuestros hijos».
El comentarista Lucas Sierra, investigador del Centro de Estudios Públicos, CEP, también tomó cartas en este juego y en una columna en El Mercurio -el 5 de abril- recordó una película de Almodóvar: «Ante la personalidad reprimida de uno de los personajes, otro personaje da un tercero una explicación: `Es que el tío es del Opus Dei». Aunque admite que la religión no es un asunto público, Lucas Sierra indica que «limitar la religión al mundo privado no debe ser tarea fácil para un político creyente y tanto menos si pertenece a un grupo de convicciones tan demandantes como para ser del Opus Dei». Y concluye que separar ambos mundos «demanda del político una significativa dosis de ironía. «¿Cuán irónico es el presidenciable de la Alianza?», se pregunta y el mismo responde que «es difícil saberlo, pues la porfiada retórica sobre `los problemas de la gente’ y la táctica electoral de eludir toda opinión sustantiva han oscurecido su punto de vista moral».
Lucas Sierra espera respuesta a esa interrogante. «Y es necesario conocerla: no vaya a ser cosa que, llegado el caso, no tengamos más explicación que la del personaje de Almodóvar», concluye.
Ser Supernumerario
Pero más acá de los dimes y diretes, vale la pena averiguar qué significa ser miembro del Opus Dei, como lo es Joaquín Lavín.
En Chile, de los dos mil quinientos miembros que tiene «la Obra», según cifras de la Prelatura, unos mil ochocientos son supernumerarios. Joaquín Lavín Infante es uno de ellos y el que ostenta la más significativa carrera política, aunque entre las huestes de supernumerarios hay también poderosos y connotados empresarios, y destacados profesionales. El resto son numerarios y «agregados». Además, están los colaboradores de la organización que aportan dinero u oraciones y suman miles.
Ser supernumerario -o supernumeraria- implica un profundo compromiso de vida, tanto como para los numerarios que son los miembros solteros. Ellos dicen que la diferencia es sólo «de estado». Es decir, los supernumerarios son casados y suelen tener largas familias, aunque hay también solteros, mientras que los numerarios son célibes, viven en las casas de «la Obra» y deben entregar el monto total de sus ingresos a la organización.
Los supernumerarios, en cambio, como tienen responsabilidades familiares, dan una parte -superior a la que habitualmente cualquier católico practicante da como dinero del culto-, pero en ambos casos el compromiso con el Opus Dei está en el centro de sus vidas.
Lo mismo que los numerarios, los supernumerarios tienen una serie de normas de vida espiritual: deben vivir las «virtudes» de obediencia y castidad de determinada manera. No son unos simples católicos de buena voluntad que colaboran o ayudan a «la Obra» en el tiempo que les sobra, como se suele creer: son parte de ella y así lo sienten. Son piezas claves en el andamiaje del Opus Dei y en su posibilidad de multiplicar su acción, tanto por su trabajo «apostólico», como por su respaldo económico y la gestión de las actividades corporativas.
Para desarrollar su actividad espiritual se organizan en centros que a su vez están constituidos por grupos que asisten al mismo círculo una vez por semana al menos, a cargo de un guía espiritual -que puede ser un numerario u otro supernumerario- y ejercen su «apostolado» en las principales ciudades del país, aunque en esto Santiago sigue siendo la capital. Por supuesto, que como todo en el Opus Dei está dividido por sexo: hay centros y círculos de hombres y de mujeres por separado y se realizan en lugares sólo para hombres o exclusivos para mujeres, según sea el caso. Lo mismo ocurre con los retiros, convivencias y cualquier actividad: no existen los retiros o encuentros de matrimonio como en el movimiento Shoenstatt u otros grupos católicos.
Los supernumerarios siguen un riguroso plan de vida espiritual, van a misa todos los días, rezan al menos un rosario completo cada jornada y hacen media hora de oración. Todas las semanas se confiesan y participan en círculos y periódicamente asisten a retiros. Los que tienen hijos en edad escolar, los matriculan, en lo posible, en los colegios de la Obra.
Estas redes de supernumerarios están integradas por ex alumnos de colegios tradicionales como los Padres Franceses, el San Ignacio, el Saint George y el Verbo Divino, a los que en los últimos años se suman los egresados del Tabancura. Ingenieros civiles y comerciales, médicos, abogados, algunos con cátedra en las universidades, aportan recursos materiales e intelectuales para el desarrollo de la Prelatura. Empresarios, ejecutivos y descendientes de familias antiguas, con historia y tierras están en sus filas.
Existen familias completas de miembros del Opus Dei en los que abundan los numerarios y supernumerarios, como es el caso de la del alcalde de Santiago, Joaquín Lavín. Hay también empresas o universidades donde hay más densidad que en otras, porque el «apostolado» de algunos ha sido eficaz. La Universidad Católica de Chile, sin dudas, es la que más ex alumnos aporta, aunque la Universidad de los Andes tiene cada día más importancia en esta línea.
A pesar de que muchos son personas de elevados ingresos, no suelen ser ostentosos para vivir ni estridentes para vestir. Sus preocupaciones se relacionan con la vida espiritual, la educación de sus hijos y la transmisión de «valores morales» relacionados con la familia. Por lo general, personas muy ocupadas, puntuales, ordenadas, sin tiempo ni para respirar. Y para ellos, «la Obra» es fundamental en su vida.
Los supernumerarios buscan «santificar su trabajo cotidiano», entregan aportes económicos para mantener las «labores» y desarrollar «la Obra». Y a la vez, hacen «apostolado» entre sus familiares, amigos, compañeros de trabajo para captar nuevos prosélitos. En cierto modo, son el brazo a través del cual se proyecta realmente el Opus Dei en la sociedad. Parte importante de su misión es dar a conocer las enseñanzas del «Padre», como le dicen a Josemaría Escrivá de Balaguer, e influir por todos los medios a su alcance para que se pongan en práctica.
El Opus Dei afirma que no tiene puntos de vista en cuanto Prelatura sobre educación o salud. Pero es un hecho que los tiene cuando se trata de los llamados temas «valóricos» que inciden directamente en esas políticas públicos. Es cuestión de conversar con médicos que pertenecen a «la Obra» para percibir su rechazo frontal hacia cualquier tipo de control de la natalidad. Y basta con asomarse a la Facultad de Medicina o a la Escuela de Enfermería de la Universidad de Los Andes y advertir las enseñanzas imperantes. Sin lugar a dudas que la mirada Opus sobre temas referidos a matrimonio, familia, salud, educación e incluso en lo relacionado con trabajo de la mujer y su rol en la sociedad es muy diferente a la de un católico que no pertenece a esta organización -o a otros movimientos católicos como los Legionarios de Cristo- y desde luego a la de ciudadanos que tienen una visión laica.
EN LA POLITICA
En el Opus Dei subrayan que la organización no tiene posición política. Sin embargo, se puede observar entre los seguidores de Josemaría Escrivá en Chile, una clara sintonía con las posiciones de derecha. Las preferencias políticas de los miembros del Opus Dei más conocidos se relacionan con su propio origen socioeconómico. Los grandes cambios en la estructura social y económica del país de los años 60 y 70 dejaron huellas que no se han borrado.
Entre los sectores en que prendió el Opus Dei, hay familias de la antigua aristocracia terrateniente para los que la Reforma Agraria iniciada en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, a mediados de los años 60, fue un «atropello al derecho de propiedad». Luego vino la elección de Salvador Allende con el apoyo de la Unidad Popular en septiembre de 1970. Y la gran mayoría de los empresarios urbanos y rurales, partidarios del candidato del ex Presidente Jorge Alessandri, estuvieron desde el primer día en contra del nuevo gobierno. Muchos de ellos incluso optaron por irse de Chile y sólo regresaron después del golpe militar. Otros, siguieron viviendo en el país, asumiendo posiciones cada vez más comprometidas contra la UP. El clima en que vivieron sus hijos estuvo impregnado de los sentimientos que la situación provocaba en sus padres. La vida se politizaba en colegios y universidades y, en algunos casos, se mezclaban los sentimientos políticos y religiosos.
Ese trasfondo de la historia reciente está sin duda en las preferencias políticas de los miembros del Opus Dei, como la puede estar en los que pertenecen a Los Legionarios de Cristo. Por lo que se ve, se produce en ellos una convergencia natural de las simpatías hacia los dos partidos que integran la «Alianza por Chile» o hacia personas de ese ámbito.
Los miembros de la Obra que han tenido alguna figuración pública en el terreno político reparten sus preferencias entre la Unión Demócrata Independiente, UDI, y Renovación Nacional. Entre ellos destaca el profesor de la Universidad Católica, Gonzalo Rojas Sánchez, numerario, militante de la UDI y director de la Revista Realidad de ese partido.
Una militante de RN que ha manifestado abiertamente su condición de miembro del Opus Dei es Marta Ehlers, la alcaldesa de Lo Barnechea, en tanto su colega de Concepción Jacqueline Van Ryselberger, de la UDI, es simpatizante.
Entre los cuatro mil chilenos que viajaron a Roma para la canonización de Escrivá estuvieron los diputados Iván Norambuena y Marcelo Forni, de la UDI, y Nicolás Mönckeberg Díaz de RN, sobrino de los sacerdotes Guillermo y Federico Mönckeberg Balmaceda. También fue el senador designado almirante (R) Jorge Martínez Bush, ex comandante en Jefe de la Armada. Asimismo, concurrió, junto a cientos de empresarios, el ex ministro de Hacienda e Interior del general Pinochet y presidente del Instituto Libertad y Desarrollo, Carlos Cáceres Contreras, simpatizante del Opus Dei, quien suele asistir a círculos y es casado con la supernumeraria Inés Solórzano.
Pero la política como tal no parece ser una actividad donde abunden los supernumerarios, seguramente, por las exigencias de tiempo que implica. En ese sentido, una característica de la vocación de Lavín es que ha logrado unir esas exigencias con su apretada agenda.
Algunas de sus andanzas más bulladas, como las visitas a cafés con piernas o la aceptación de los desnudos en el Parque Forestal, desconcertaron dentro del Opus Dei. Pero para otros era claro que se trataba de pequeñas concesiones electorales. Porque en los temas valóricos más trascendentes que son fundamentales para el Opus Dei no ha hecho concesiones. Ha sido público, por ejemplo, su rechazo a la ley de divorcio y no se ha apartado de los planteamientos de la Prelatura en materia de control de la natalidad. Tampoco parece dispuesto a legislar sobre uniones entre homosexuales, aunque se refiera sólo a los aspectos prácticos.
En todo caso, las palabras del sacerdote José Miguel Ibáñez en entrevista publicada en el libro El Imperio del Opus Dei en Chile cuando dice que Lavín no es una «causa corporativa del Opus Dei» tienen sentido: no da la impresión que Joaquín Lavín sea en sí un proyecto del Opus Dei. Es posible incluso que a la Prelatura le resulte complicado tener a un supernumerario tan expuesto, cuando por décadas sus miembros han estado acostumbrados a desarrollarse y crecer a puertas cerradas, con reserva y sigilo. La experiencia del gabinete de los tecnócratas en la España de Franco no fue feliz para ellos.
Es cierto que, desde el punto de vista de los valores que tanto importan en el Opus Dei, mientras más arriba estén «en las actividades humanas», sus integrantes tienen más posibilidades de establecer en la sociedad sus criterios y la doctrina católica en los términos que ellos la practican. Josemaría Escrivá llamaba a situar la cruz de Cristo, a la manera del Opus Dei, «en la cúspide de las actividades humanas».
SER SUPERNUMERARIO
Pero más acá de los dimes y diretes, vale la pena averiguar qué significa ser miembro del Opus Dei, como lo es Joaquín Lavín.
En Chile, de los dos mil quinientos miembros que tiene «la Obra», según cifras de la Prelatura, unos mil ochocientos son supernumerarios. Joaquín Lavín Infante es uno de ellos y el que ostenta la más significativa carrera política, aunque entre las huestes de supernumerarios hay también poderosos y connotados empresarios, y destacados profesionales. El resto son numerarios y «agregados». Además, están los colaboradores de la organización que aportan dinero u oraciones y suman miles.
Ser supernumerario -o supernumeraria- implica un profundo compromiso de vida, tanto como para los numerarios que son los miembros solteros. Ellos dicen que la diferencia es sólo «de estado». Es decir, los supernumerarios son casados y suelen tener largas familias, aunque hay también solteros, mientras que los numerarios son célibes, viven en las casas de «la Obra» y deben entregar el monto total de sus ingresos a la organización.
Los supernumerarios, en cambio, como tienen responsabilidades familiares, dan una parte -superior a la que habitualmente cualquier católico practicante da como dinero del culto-, pero en ambos casos el compromiso con el Opus Dei está en el centro de sus vidas.
Lo mismo que los numerarios, los supernumerarios tienen una serie de normas de vida espiritual: deben vivir las «virtudes» de obediencia y castidad de determinada manera. No son unos simples católicos de buena voluntad que colaboran o ayudan a «la Obra» en el tiempo que les sobra, como se suele creer: son parte de ella y así lo sienten. Son piezas claves en el andamiaje del Opus Dei y en su posibilidad de multiplicar su acción, tanto por su trabajo «apostólico», como por su respaldo económico y la gestión de las actividades corporativas.
Para desarrollar su actividad espiritual se organizan en centros que a su vez están constituidos por grupos que asisten al mismo círculo una vez por semana al menos, a cargo de un guía espiritual -que puede ser un numerario u otro supernumerario- y ejercen su «apostolado» en las principales ciudades del país, aunque en esto Santiago sigue siendo la capital. Por supuesto, que como todo en el Opus Dei está dividido por sexo: hay centros y círculos de hombres y de mujeres por separado y se realizan en lugares sólo para hombres o exclusivos para mujeres, según sea el caso. Lo mismo ocurre con los retiros, convivencias y cualquier actividad: no existen los retiros o encuentros de matrimonio como en el movimiento Shoenstatt u otros grupos católicos.
Los supernumerarios siguen un riguroso plan de vida espiritual, van a misa todos los días, rezan al menos un rosario completo cada jornada y hacen media hora de oración. Todas las semanas se confiesan y participan en círculos y periódicamente asisten a retiros. Los que tienen hijos en edad escolar, los matriculan, en lo posible, en los colegios de la Obra.
Estas redes de supernumerarios están integradas por ex alumnos de colegios tradicionales como los Padres Franceses, el San Ignacio, el Saint George y el Verbo Divino, a los que en los últimos años se suman los egresados del Tabancura. Ingenieros civiles y comerciales, médicos, abogados, algunos con cátedra en las universidades, aportan recursos materiales e intelectuales para el desarrollo de la Prelatura. Empresarios, ejecutivos y descendientes de familias antiguas, con historia y tierras están en sus filas.
Existen familias completas de miembros del Opus Dei en los que abundan los numerarios y supernumerarios, como es el caso de la del alcalde de Santiago, Joaquín Lavín. Hay también empresas o universidades donde hay más densidad que en otras, porque el «apostolado» de algunos ha sido eficaz. La Universidad Católica de Chile, sin dudas, es la que más ex alumnos aporta, aunque la Universidad de los Andes tiene cada día más importancia en esta línea.
A pesar de que muchos son personas de elevados ingresos, no suelen ser ostentosos para vivir ni estridentes para vestir. Sus preocupaciones se relacionan con la vida espiritual, la educación de sus hijos y la transmisión de «valores morales» relacionados con la familia. Por lo general, personas muy ocupadas, puntuales, ordenadas, sin tiempo ni para respirar. Y para ellos, «la Obra» es fundamental en su vida.
Los supernumerarios buscan «santificar su trabajo cotidiano», entregan aportes económicos para mantener las «labores» y desarrollar «la Obra». Y a la vez, hacen «apostolado» entre sus familiares, amigos, compañeros de trabajo para captar nuevos prosélitos. En cierto modo, son el brazo a través del cual se proyecta realmente el Opus Dei en la sociedad. Parte importante de su misión es dar a conocer las enseñanzas del «Padre», como le dicen a Josemaría Escrivá de Balaguer, e influir por todos los medios a su alcance para que se pongan en práctica.
Joaquín Lavín ha dado muestras de ser una persona abierta al diálogo, con una gran capacidad de escucha. Ni siquiera a sus hijos ha tratado de imponerle sus creencias.
Siendo yo una mujer muy creyente, no creo en dogmas. A la Iglesia Católica la historia se ha encargado de juzgarla. Joaquín Lavín es un Opus Dei, pero ante todo una gran persona.
Le deseo suerte en un ministerio muy, muy complejo.
María Soledad
No me parece una «una gran persona» alguien que apoya y participa el gobierno militar. Lavín es un empresario, no un especialista en educación, por lo tanto no es el indicado para el cargo. Lo que s epuede esperar de él es continuar con los colegios tipo «fachada» que adornan condominios, de índole particular y con profesores cuidadores de niños malcriados. No espero con él cambios en el sistema educativo, sino continuidad en la decadencia existente.
Carlos Sánchez.-