The End

eugenio gonzalezEscribe Eugenio González

“Todo indica que el candidato Piñera, que mantiene una trayectoria familiar y personal de respeto por el régimen democrático (salvo su hermano José), será el Presidente del Bicentenario”

Luego de 20 años, la coalición que ha gobernado Chile está empezando a despedirse, no sin antes dejar en evidencia los defectos y virtudes que le permitieron tener la responsabilidad de conducir los destinos de nuestra nación.

Cómo olvidar la ilusión del 11 de marzo de 1990 cuando el régimen democrático le ofrecía al pueblo de Chile la oportunidad de dejar atrás largos 17 años de oscurantismo valórico, donde la inequidad social era el sello del estado imperante y, el ser humano, tenía un valor relativo, justificado en un estado de “guerra interna” que amparaba violaciones a los derechos humanos en forma sistemática.

Muy pronto, el primer gobierno de la Concertación entendió que su discurso tenía que ser necesariamente conciliador con el fin de dar gobernabilidad al nuevo régimen y no crear ningún tipo de trauma que pusiera en peligro a la administración debutante. Es así como entre “ejercicios de enlace” y “boinazos” se pudieron sortear momentos difíciles que hacían aparecer en el horizonte los nubarrones de una dictadura que no era fácil dejar atrás. Pero se logró llegar al segundo gobierno de la Concertación, encabezado por el actual candidato del oficialismo a la Moneda. En esta fase ya la Democracia se ponía pantalón largo y era posible transitar con objetivos más claros, aquí empieza aflorar la verdadera Concertación cuyo fin era sentar una nueva clase política muy particular llena de nepotismo, figuras gravitantes del exilio que exigían reparación por parte del Estado, profitando de cargos públicos y con la convicción de que el gobierno debía entregarle todo lo que dejaron de percibir por más de 17 años. Se construyeron cárceles de lujo para las autoridades militares condenadas por violaciones a los derechos humanos, se implementaron políticas de privatizaciones, se hicieron grandes esfuerzos para traer al jefe de Estado del periodo militar detenido en Londres con la promesa de permitir que en nuestro país pudiese tener un juicio justo, sin embargo, jamás el Presidente de la época se interesó en recibir a las agrupaciones de Derechos Humanos. Todo lo anterior acompañado de una política de reinserción internacional de Chile que se tradujo posteriormente en la firma de varios Tratados de Libre Comercio que los posteriores gobiernos de Lagos y Bachellet han ido consolidando. El resultado de éstos aún es incierto y ha sido muy difícil a la fecha cuantificar sus beneficios y no han estado exentos de algunos obstáculos prácticos que las autoridades intentan corregir.

Luego llegó el tercer período de gobierno con una política clara de cogobierno con la derecha económica, donde el sello fue sin duda la política de concesiones en obra de infraestructura. Aquí, en esta fase, surgieron grandes mega proyectos, algunos no realizados y algunos con costos monstruosos para el aparato económico del Estado.

Llegamos así al último gobierno, que es el que está cerrando la puerta por fuera, donde la principal característica ha sido la implementación de una red de protección social de la mano de la jefa de Estado que con enorme simpatía y carisma ha dirigido el país por un periodo de 4 años (que se han hecho eternos), desde la llamada marcha de los pingüinos a la última huelga de la “aristocracia obrera” del Cobre.

En la actualidad la jefa de Estado ajena al quehacer nacional mantiene la preocupación de blindar al presidente de uno de los partidos de la Concertación que tiene los días contados en el ámbito público partidista, su otra gran negociación es que en la Copa Davis juegue Fernando González. Todo lo anterior tiene un elemento común y es que en los 4 gobiernos los personajes políticos son casi los mismos, las mismas familias, llenos de hijos de connotados, líderes sindicales fracasados, provocando la necesidad urgente de un cambio político y también de caras, bajo otro estilo de gestión pública.

Los partidos oficialistas tuvieron éxito mientras se regían por lo códigos del silencio al estilo omertá, luego que se desataron las pasiones por la inminente derrota electoral empezaron a caer uno a uno en fuego cruzado al mejor estilo siciliano.

La Concertación en general y el candidato oficialista en particular mantienen una estructura maniqueísta al mejor estilo de la guerra fría, donde los grupos de la RDA que están en el gobierno son grandes expertos.

Todo indica que el candidato Piñera, que mantiene una trayectoria familiar y personal de respeto por el régimen democrático (salvo su hermano José), será el Presidente del Bicentenario, acompañado de una Derecha dividida entre demócratas por vocación y demócratas por reacción; estos últimos poco pueden aportar al Chile moderno, pero hay que confiar en los primeros, como Lily Pérez, Francisco Chahuan, Carlos Cantero, Antonio Horvath, Baldo Procurica y otros.

De esta manera y al final de esta película de 20 años, el gran protagonista seguirá siendo el pueblo de Chile.

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El Periodista