¿Se escuchó el mensaje?

Francisco MartorellEscribe Francisco Martorell C. / Director El Periodista

“El lunes 18, miles de personas visitaron el sitio web de El Periodista, un registro histórico e impensado. Recién ese día, desde diversos lugares, muchos se preguntaron con qué prensa cuenta la nueva oposición”

No estoy claro, a pocos días de la votación que terminó con 4 gobiernos de la Concertación y posibilitó la llegada por la vía de los votos de una coalición de Derecha a La Moneda, que los mensajes que dio el electorado el domingo 17 fueran escuchados por ambas partes.

Una, porque las viejas prácticas políticas, rencillas y preocupación por un futuro incierto en lo laboral parece ser más importante que analizar el espíritu de los sufragios, entender el por qué de los mismos y preguntarse cómo es posible que millones de chilenos –un 75 por ciento de no inscritos, votos nulos o blancos, abstención y los que votaron por Piñera–, le dijeron que No al candidato del gobierno que se jacta de contar al final de sus días con casi un 80 por ciento de la aprobación ciudadana.

Otra, porque muchos de los rostros que estuvieron escondidos durante la campaña, se mostraron rápidamente y levantaron la voz, como lo hizo el presidente del Senado, Jovino Novoa, para reclamar porque los juicios de DDHH continúan abiertos y éstos, según dijo, dañan a las instituciones y a los familiares. También porque el mandatario electo, que tiene una espina clavada en el tema de negocios y política, todavía no es claro respecto a cómo separará ambos mundos y ellos se presta a suspicacia y lo obliga a dar explicaciones, generándole más de un dolor de cabeza.

La coalición entrante debe entender que llega a un país distinto a 1989 y que, además, no contará con mayoría en el Congreso para imponerse por lo que los llamados a la unidad nacional en sus discursos deben corresponderse con una realidad: hay temas que son intransables, tanto nacional como por la legislación internacional.

El presidente electo tiene que internalizar que, hasta ahora y aunque a veces no pareciera, la Concertación estaba apuntalada en sus inicios por el miedo a una dictadura y, luego, por la legitimidad democrática de gran parte de sus dirigentes, que lucharon contra el régimen militar codo a codo con líderes sindicales, sociales o estudiantiles. Así entonces, las demandas se postergaron, se reclamaron en forma individual o se protestó tibiamente porque, en la mesa de negociaciones, siempre se encontraban rostros conocidos. Ello, ahora, no ocurrirá.

Sebastián Piñera recibe un país ordenado pero con una oposición que está buscando su destino y que no sabe con certeza de qué forma lo hará, menos aún quiénes en definitiva la conducirán.

Ricardo Lagos, en su extenso discurso del día de la derrota, intentó pasar la posta a un triunvirato (Su hijo, Claudio Orrego y Carolina Tohá). Es probable que esta forma de hacer política, con el dedo, es la que más se resiste hoy y que –contrario a lo que el ex Presidente deseaba– haya un rechazo generacional a ellos.

Por otro lado, todo indica que esta clase política de la Concertación que fue derrotada y que no deja herencia estructural (partidos destruidos y abandonados, sin medios de comunicación, cero presencia juvenil) pretenda seguir desde sus cargos parlamentarios, influyendo en la cosa política, haciendo acuerdos por arriba, en las cúpulas.

Si Marco Enríquez es responsable de algo, no es de la derrota de la Concertación. Si no, haber sido incapaz de generar una fuerza política que conquistara al menos un 10 por ciento de los escaños en el Congreso y, desde allí, impedir que los mismos de siempre terminen imponiendo sus condiciones. Hoy el PC y el deslavado y ambiguo PRI tienen más fuerza que el 21 por ciento de votos que obtuvo ME-O en la elección presidencial. Están en el juego y la segunda Transición, nombre que le dio Piñera y que parece ser muy poco equilibrada, será implacable con los que queden fuera, salvo cuando los necesiten y ello, por el presidencialismo y lo que se requiere del Congreso, será en contadas ocasiones.

El lunes 18, miles de personas visitaron el sitio web de El Periodista, un registro histórico e impensado. Recién ese día, desde diversos lugares, muchos se preguntaron con qué prensa cuenta la nueva oposición. Fue como mirar en el desierto.

Nuestra revista, como en los 8 años que vivimos bajo los gobiernos de la Concertación, no lo es ni lo será, porque nuestro deber es hacer periodismo y éste, cuando no se confunde con las relaciones públicas, siempre se ubica en la vereda del frente. Mira y cuestiona, denuncia sin miramientos, pregunta, inquiere, dice los que los otros callan. No somos de oposición y sí de periodismo. Ojalá las nuevas autoridades hagan del pluralismo un principio.

Seguiremos teniendo una mirada independiente, abierta a todas las voces y deseosa que haya debate, estimulando el pensamiento crítico. ¡Nos vemos en marzo!

2 Comentarios
  1. enrique dice

    Estimado Francisco
    Debemos hacer campaña para tener medios (varios) que puedan resistir durante estos cuatro años, el embate que viene, agravado por posibles errores de manejo de está última prueba que tenemos. si no, muchos sufrirán mas de lo necesario

  2. Ana María Donoso Fagandini dice

    Querido y apreciado Pancho:

    Recién hoy comencé a leer algunas de tus columnas. Ha pasado el tiempo, sin embargo creo absolutamente en tu convicción de principios.
    Los medios de comunicación son escasos y más aún los independientes de verdad. Apruebo y reafirmo tu postura. Deben existir más espacios donde se conforme la realidad, no solo con hechos diarios, sino con los debates, críticas y apertura de mentes. Solo así, recién, podremos comenzar a construir nuevamente una prensa democrática con libertad y sin autocensura.

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