Carta de Esperanza
Escribe Ernesto Behnke / Médico
«En el plebiscito del 80 fuimos un millón de votos, hoy somos más de tres millones. Mañana, si volvemos a nuestros orígenes, en la calle codo a codo, seremos muchos más que hoy».
Estimado compañero o camarada:
Paso a comentarle alguno de sus argumentos en que pondera positivamente los resultados de la elección presidencial.
Debo recordarle, en primer lugar, que la Concertación se origina no sólo para impedir la intención de la dictadura en legitimarse a través del voto, sino que además para defender los derechos y dignidad de los sin voz.
Fue más que un pacto electoral que tenía que enfrentar un sistema ideado para empatar en las urnas y desempatar por secretaría, por la mañosa configuración de circunscripciones y distritos y los senadores designados.
El domingo 17 hemos perdido una elección cuyo resultado no podemos desconocer, ya que fue realizada con similares parámetros con los cuales ganamos las anteriores. El parámetro que tampoco ha cambiado es el adulterado entorno comunicacional que ha rodeado los procesos electorales desde el Plebiscito a la actual; los medios introducen contenidos cuyo origen, relevancia y realidad se alojan en la creatividad de quienes los idean. En esta elección: la inseguridad ciudadana (que terminará mágicamente el 12 de marzo); la corrupción, “que está impedida de ser investigada antes de1990”; la ineptitud de los gobiernos de la Concertación, “argumento valido solo para el medio nacional, no para opiniones externas”.
Esta ficción noticiosa nos creo un electorado adverso, dentro de nuestros propios simpatizantes: ellos lo manifestaron en reuniones, en sus trabajos, en las ferias, en los puerta a puerta. Todo ello no pudimos o no quisimos revertirlo.
En un entorno adverso semejante conquistamos la democracia y lo hicimos con unidad, con un discurso unitario que planteaba la diferencia con la dictadura, no sólo en el sistema de gobierno, sino que fundamentalmente en la esencia del Chile que soñábamos y queríamos construir.
Todo ello se abandona en esta elección: se perdió el diálogo, se exacerbaron nuestras diferencias y se aminoraron las que teníamos con nuestros adversarios políticos, más aún olvidando los orígenes biográficos de unos y otros.
Una parte de la Concertación, desde fuera o dentro de ella, se creyó dueña del discurso de la renovación, descalificando a quienes el día de ayer fueron sus pares y nos enfrascaron en discusiones pseudos ideológicas y reflexiones interesantes y novedosas pero extemporáneas para el momento que vivíamos. ¿Había allí una voz de los sin voz? Parte de estos sin voz, son los miles de adherentes a la Concertación que hicieron su trabajo en forma limpia y prístina, sin esperar recompensas especiales o siquiera ser reconocidos: a ellos se le ha llamado insolentemente a que se pongan a trabajar desde el día lunes.
Ellos y otros siguen votando por nosotros, porque aún nos creen o más bien porque tienen la convicción que la generación del cambio se origina en las bases y no en las cúpulas. Por favor escuchémoslos.
La visión conservadora siempre tendrá un reconocimiento tardío a esta realidad cambiante y maquillará sus verdaderos intereses antes de aceptarla.
Esperamos que estos cuatro años de gobierno de derecha, no signifiquen un retroceso para la gente y ellos no pierdan la esperanza de poder romper la inercia de esa pobreza esclavizante, adornada con mucho circo, que los mantendrá impensantes.
En muchos aspectos les hemos fallado y tienen derecho a pensar que al que “a un buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. Esa sombra para nosotros es el Estado, la Nación Chilena. La duda es si lo harán para tener una TV digital y ver el mundial de fútbol o darle educación y dignidad a sus hijos. Es lo primero, lo que debemos evitar suceda.
En el plebiscito del 80 fuimos un millón de votos, hoy somos más de tres millones. Mañana, si volvemos a nuestros orígenes, en la calle codo a codo, seremos muchos más que hoy.
Con el cariño y aprecio.