¿Quién apagará las velas?

joelPor Joel Muñoz

¿Nos quedaremos mirando por la ventana mientras otros se comen la torta del Bicentenario?

El pueblo, sabio, justo y generoso, está observando en silencio, esta vez tampoco le ofrecerán la posibilidad de participar de la conversación, pero sabe que tiene el sartén por el mango: el voto de enero. Que no es cualquier voto, que no corresponde a una elección cualquiera. Se trata, ni más ni menos, que está por elegirse al Presidente que recibirá y celebrará el Bicentenario, esta fiesta tan esperada y llena de promesas que viene a ser una ocasión para que un pueblo entero reconozca y celebre sus años con un signo de dignidad, felicidad y realización en la cara o con signos de depresión, vergüenza y derrota.

El Bicentenario puede ser una fiesta compartida, que signifique el debut de nuevos tiempos para los excluidos, un nuevo comienzo para los que siempre han quedado debajo de la mesa, o puede ser un rito que marque una vez más que este país es de los privilegiados y que los pobres no tienen siquiera derecho a un pedazo de la torta de los doscientos años.

El pueblo, sabio, hizo sentir su voz en diciembre y dijo:

Le vamos a decir a Piñera que tiene lo que tiene, que no hay más que eso. A Frei le vamos a poner la tarea dura, porque la Concertación no supo abrir las Anchas Alamedas. A Marco Enríquez le vamos a decir que está muy bien lo que hizo, pero que aún no es su tiempo. A la izquierda tradicional la vamos a premiar con tres diputados para romper la exclusión y por su consecuencia.

El pueblo, sabio y justo, dejó las cosas para que sean resueltas en la segunda vuelta de un modo nuevo al que estábamos acostumbrados. Habrá que construir una amplia unidad, que incorpore a la gran diversidad de chilenos que quieren profundizar la democracia y no volver atrás.

Y más allá de los negocios electorales y de las cifras, el pueblo dice sabiamente que este es un desafío de comunicación que puede ser una gran oportunidad. Se trata de escuchar e incluir de verdad los significados y las emociones de la gran mayoría en un discurso común. Se trata, ni más ni menos, que ejercer un diálogo serio, sensible y respetuoso que, aparte de superar lo que divide y separa, busque lo esencial, aquello que apareció perdido por un momento y que responda a una pregunta clave: ¿Unidad para qué?

Resulta obvio que algunos lobos del contubernio y las maquinarias intentarán aparecer como los magos del diálogo y la articulación de fuerzas, bajo una apariencia de corderos del entendimiento sincero y profundo. Sabemos que estos existen y que son claramente identificables. El peligro puede ser que logren engañar a los más inexpertos, a los románticos o ingenuos, y que sus declaraciones de buena voluntad y de diálogo no sean más que artificios para seguir teniendo la manija. Se requiere de sinceridad y de confianza, que sólo pueden provenir de la verdad y de los compromisos duraderos. Existen personas sabias en los diversos referentes democráticos que pueden impedir que triunfen los maquillajes y orienten esta buena oportunidad hacia redefiniciones esenciales y hacia nuevos sentidos de la política. Resultará natural que otros vean que pierden significativa cuotas de control y poder, que su tiempo pareciera haberse acabado, que ya no ocuparán los sitiales de honor, sino que tendrán que compartir con los nuevos, o con algunos que nunca antes fueron tomados en cuenta. Será importante aquí el sentido de realidad y la capacidad de adaptarse a otro tipo de convivencia.

Por otra parte, el pueblo observará todas las maniobras legítimas e ilegítimas para influir en las conciencias y arrastrar votos hacia la ilusión creada por la derecha y su candidato millonario para convertirse en el presidente del Bicentenario.

Al final, ¿Quién apagará las velas de nuestro cumpleaños? ¿Será un Presidente renovado con una alianza amplia, democrática y con un nuevo sentido para la mayoría, que no deje a nadie debajo de la mesa y reparta la torta entre todos? ¿Será un presidente que se viene a apropiar de la fiesta y que nuevamente deje a los de siempre mirando por la ventana cómo otros apagan las velas y se comen el pastel?

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El Periodista