Que no haya perdedores
“Quienquiera sea el gobernante que elijamos, cualquiera sea la orientación del futuro gobierno, que se preocupe en forma preferencial de los más pobres y de los más débiles”
El ejercicio de los derechos ciudadanos produce una emoción contagiosa compartida por todo el país, independientemente de las tendencias políticas que se puedan tener. Nos sentimos orgullosos de nuestro Chile, de nosotros mismos, de la fidelidad con que acudimos a las urnas, sin medir obstáculos o dificultades. Es una adrenalina que parece emanar de todas partes y que gracias a la cobertura de los medios, en mayor o menor medida, nos contagia a todos. Es tal la energía positiva que emanamos, tal la buena onda, que durante esta elección presidencial, la que concluiremos en enero, al creerle a los voceros de los candidatos, ni siquiera ha habido perdedores.
Las cifras permiten hacer estas magias. Pero la segunda vuelta no será un juego. Las mejores estrategias y los mejores mensajes serán utilizados para seducir a los electores y alcanzar la necesaria mayoría.
Los temas a tratar serán afinados, agudizados, las ofertas vendrán en envoltorios más atractivos. Los diversos ángulos de la lucha contra la pobreza serán examinados y, según venga el caso, expuestos de una forma u otra.
Quiero hacer un llamado a no olvidar la niñez carenciada de nuestro país. Quiero pedirles a todos los ganadores (y a los perdedores también), que no olviden a aquellos que no votan, que no tienen influencia, que apenas saben que se ha llevado a cabo una elección: los niños. Para ellos no hay segunda vuelta. Su destino se juega en el presente, ahora. Hay muchos niños en nuestro país con necesidades básicas insatisfechas, que no tienen un trato digno, que no creen posible un futuro mejor. Niños que no representan votos, niños que no contestan encuestas, que no salen eufóricos a avivar algún candidato. Sin embargo, aunque parezca un clishé, ellos son el futuro de Chile. Si no tomamos en cuenta sus necesidades y sus derechos, el futuro de nuestro país se puede volver turbio e incierto. Los buenos promedios de nuestro país esconden nuestras diferencias e injusticias. No lo olvidemos. No olvidemos a los más desvalidos, a los niños. Quienquiera que sea el nuevo gobernante que elijamos, cualquiera que sea la orientación del futuro gobierno, que se preocupe en forma preferencial de los más pobres y de los más débiles. Que toda esta energía que han desplegado los diversos candidatos durante la campaña, sea encauzada y utilizada para que nuestros niños crezcan en un país justo. De esta forma no habrá perdedores.