Más allá del día 13
La identidad socialista sigue vigente tal como se mantiene la identidad liberal, el punto es la forma en que actualmente se configura cada una en la actualidad. Hoy, el socialista no tiene otra opción que incorporar el mercado en su construcción, mientras que el liberal no tiene otra posibilidad que reconocer el rol del Estado, asociado a igualdad y justicia en su expresión ideológica.
En este contexto, la primera vuelta no sólo despejará la relativa incertidumbre acerca de si pasa Frei o ME-O. Aparte de ello, tendremos la nueva configuración del Congreso, donde se distribuirán de manera distintas los representantes de los partidos, los díscolos o independientes que obtengan los votos necesarios para optar a un cupo y, eventualmente, los postulantes del Partido Comunista que por primera vez tendrían la posibilidad real de tener representación en el parlamento.
Considerando que quien triunfe en las presidenciales no impondrá cambios sustantivos en la conducción del país, dado el consenso que comparten los economistas de distintos ámbitos, el tema o problema de mayor significancia se reflejará –dejando de lado, por el momento, el proceso de fragmentación de los partidos– en la relación entre Ejecutivo- Legislativo.
Al efecto, considerando que la política en Chile se desarrolla alrededor de leyes y sus mecanismos de aprobación parlamentaria, no cabe duda que los esfuerzos de equipo presidencial serán sustantivos para lograr acuerdos mayoritarios entre congresistas partidarios, congresistas díscolos o independientes, congresistas autónomos y otras personalidades presentes en un ambiente variopinto de nuestro nuevo Congreso.
Dentro de él, tendremos una relación compleja al interior del Senado, por las mismas razones esbozadas, pero además debemos agregar una relación de mayor intensidad conflictual entre la Cámara y la cámara alta en virtud de los nuevos integrantes en esta última, donde se prevé cierta renovación y debate en las ideas, propuestas y rol político de este organismo.
En este contexto, e independiente de quien triunfe en la elección, los cambios funcionales en nuestro sistema político serán evidentes. Dichas modificaciones tendrán una naturaleza asociada a los cambios en la percepción de hacer política que enfrentarán a conservadores tradicionales con aquellos liberales que asumen los nuevos desafíos y exigencias de un ciudadano mas critico y que percibe el mundo desde una óptica ideológica transversal y con énfasis claramente distintos a los utilizados en el siglo XX.
En este sentido, las capacidades de diálogo y negociación que instale el próximo gobierno desde el primer día definirán parte importante de sus posibilidades de gestión exitosa para el primer año.
Dicho de otro modo, un gobierno que no configure capacidades acordes con el escenario que enfrenta tendrá que asumir el costo de varios cambios de autoridades en la búsqueda del equipo adecuado para una tarea que no es comparable con ninguno de los escenarios que han debido enfrentar sus predecesores.
Pensar que ello será el único desafío constituiría un reduccionismo preocupante, toda vez que la dinámica internacional –en su expresión regional y mundial– genera imperativos necesarios de considerar adecuadamente. Así, por ejemplo, tenemos la dimensión regional donde el funcionamiento de los mecanismos regionales, tales como Mercosur, CAN y Unasur, se transforman en espacios de manejo de conflictos entre países y establecen líneas de acción que no siempre estarán de acuerdo con los objetivos definidos por Chile en este plano. Mal que mal, Chile optó por la plena internacionalización y con ello una creciente interdependencia.
Po lo anterior, el ingreso de Chile a la OCDE junto con transformarse en una oportunidad única para capturar inversión y avanzar sustantivamente en la implementación de buenas practicas y mejores resultados del modelo de desarrollo, planteará tal grado de condicionalidad al próximo gobierno que parte importante de su agenda de gestión estará definida por esta incorporación. Sin embargo esta variable y este contexto no está explicado en las campañas, sino que más bien se orientan a mirar puntos focales cuya viabilidad depende directamente de cómo se participa en un mundo que reconoce un modelo de desarrollo exitoso y que ha sido un resultado –no declarado– de quienes hoy día compiten por el poder.
La confusión la causa el ex Senador Designado, cuando se autoproclama como el heredero político de Salvador Allende, siendo que pertenece a un partido de inspiración humanista y cristiana, como lo reiteró tantas veces su padre, Frei Montalva.
La llamada “democracia occidental” es la representación de la desfachatez de este poder amparada en nuestra ignorancia forzada y nuestra actitud de borregos frente a la realidad. En Chile, bajo la égida de la city y wall street, simplemente se impuso el rendimiento del dinero por sobre el trabajo y la innovación. Hasta la fecha habían estado sacando las castañas con la mano de gato, con este “socialismo renovado mundial”: manteniendo sus prebendas sin alterar la “paz social”, pero con el fracaso del monetarismo se despertaron muchas conciencias nacionales y, por tanto, ya no es posible hacerlo impunemente siendo, por tanto, necesario poner a uno de sus acólitos en la administración del sistema local que, por añadidura, es experto en USURA. Para el logro de sus objetivos pondrán todos los distractores posibles (llamense encuestas, contralores y tongos diplomaticos) y soltarán a los perros para que votemos con la guata y no la cabeza en este show mediático.
Por otra parte, no deja de ser interesante ver el pais con Piñera como presidente, con todo el poder real a su disposición y comprobar cual es el verdaero sentido de Patria que tiene este sector (vocablo desparecido del lenguaje politico): en caso de conflicto: ¿sería rehen de los fuertes intereses economicos que tiene en paises potencialmente enemigos de Chile.