Vote por Mí
Escribe Joel Muñoz
Publicista
Afiches, volantes, palomas, vallas camineras, calendarios, camisetas, jingles, páginas web, franjas de televisión, posteras, lienzos, pendones, murales, lápices, gorros, banderas, eventos y de un cuanto hay. Todo con la frase Vote por Mí. Entramos a las campañas políticas. Todo Chile es una feria de ofertas, promociones, encantamientos, discursos, declaraciones, griteríos, con candidatos y candidatas dispuestos a dejarlo todo en la calle, en las ferias y supermercados, en las plazas, en todos los lugares donde pueda reunirse un poco de gente.
Todo para conquistar mi insignificante voto y el suyo.
Detrás de toda la parafernalia está el aparato de comunicaciones y el aparato político discutiendo, enarbolando las más actuales, aparatosas y descabelladas teorías de marketing político, sacando sus escáneres para demostrar cómo somos realmente los votantes de tal o cual sector, que nos emociona, qué nos impacta, qué nos interesa. Y también los creativos, los diseñadores, redactores, guionistas, inventando la pólvora, la frase clave, el logo de la campaña, el texto de la canción. Luego, los productores y los proveedores de toda la mercancía, chapitas y demases.
Toda una industria se pone en movimiento en tiempos de campaña.
Los medios de comunicación, las imprentas, las radios, ofrecen paquetes a precios incomparables a todos los candidatos. Ofertas muy difíciles de rechazar. Y así vamos girando a cuenta de un supuesto triunfo, con cheques a fecha y promesas de pago, muchas de ellas que no se cumplirán.
En esta fiebre de campañas, los candidatos y sus equipos pierden con facilidad el norte. Hacen propaganda sin pensar que se trata de lograr una comunicación efectiva y diferenciadora con los ciudadanos. Si usted analiza los mensajes electorales, sus contenidos, formas y colores, podrá fácilmente darse cuenta que esto es una mezcolanza increíble. La comunicación política se ha transformado en el arte de confundir a la gente. A partir de la premisa que toda campaña debería dirigirse a capturar los votos blandos e indecisos, los políticos y comunicadores han olvidado lo primero, que lo más importante en una campaña es la construcción de una identidad propia.
Hoy tenemos, por ejemplo, que las campañas de la derecha usan elementos de identidad de la Concertación y viceversa. Otra campaña usa elementos de la derecha y de la Concertación. Y así. Todos confundiendo a todos.
Si usted analiza la comunicación de las marcas comerciales, éstas son fieles a su identidad, mantienen sus promesas por largo tiempo, sus símbolos, sus colores y sus códigos. Por eso a la gente le resulta fácil identificar a sus productos preferidos. Se imagina usted que Coca Cola y Pepsi hicieran publicidad con los signos y símbolos del otro. ¿O que el Banco de Chile se pusiera a hacer publicidad como el BCI? ¿O que OMO hiciera comunicación como Ariel?
Estos ejemplos pueden servir para destacar que en comunicación política hemos retrocedido. Alguna vez construimos identidades claramente diferenciadas. Hoy esto es simplemente una chacra. ¿Se tratará de un problema de fondo de la política y no sólo de forma de la propaganda?
Podemos imaginar todos esos afiches, volantes, chapitas y tarros de pintura un día después de la elección. Todo en un solo lugar. Un botadero gigantesco, enorme, todos esos millones convertidos en basura. Todas esas frases lindas, todas esas sonrisas de candidatos y la palabra futuro impresa en millones de colores entrando a la máquina trituradora.
Las preguntas serían algo así como ¿Y qué quedó efectivamente de todo esto en la mente y el corazón de la gente? ¿Por qué no habrán votado por mí si yo era el mejor?… esta gente no entiende nada.