Lo que el voto se llevó
Se abrió la temporada de caza. El mundo político sale a la conquista del voto, donde no más del 8 por ciento que milita en algún partido, intenta lograr legitimar su opción e imponerla al 92 por ciento de los ciudadanos inscritos.
En este cuadro todo está permitido, en los partidos se desata la locura de muchos en beneficio de unos pocos. El voto, como instrumento que valida el quehacer democrático, hoy carece de convicción: no tiene un vínculo con la ética ni con un diseño programático, es sólo un acto instrumental que corona con éxito el acto de las minorías partidarias.
Es tan “corto el valor del voto hoy y es tan largo su olvido” como diría el poeta.
Cada vez que se hace un puerta a puerta se pide con la mayor claridad, pero cuando se es electo y el ciudadano común golpea la puerta del elegido, vendrá un ejército de colaboradores que le dirá “lo llamaremos”, sin decir ni el día, mes, menos el año. El voto ya cumplió su objetivo.
Se sigue pidiendo el voto para respaldar las incoherencias constitucionales que hoy nos rigen: apoyar a los “diputados designados” por la cúpulas luego del fallecimiento del titular, por ejemplo; aquí el voto no solo se olvidó, además desapareció y el Diputado favorecido pretende hoy competir con el subsidio millonario del Estado en igualdad de condiciones con el candidato que no tiene ese “privilegio”.
También tenemos en este híbrido constitucional a los “senadores designados” quienes, a dedo, postulan con débiles compañeros de lista.
El voto es útil para los parientes de los jefes de los partidos quienes designan a estos talentos y futuros legisladores (también se incluyen las cónyuges).
El voto también ayuda a los nómades de la política, que siendo vitalicios en un distrito se sienten iluminados en una circunscripción ajena al lugar donde fueron electos y así comienza la conquista. Estos personajes sufren del síndrome de Manuel Rodríguez, pueden estar un tiempo en Cauquenes, Maule o Nacimiento, en La Serena, Coihaique o Putaendo.
Pero bien, el voto es la estrella y hay que protegerlo, no se ha inventado aún algo que lo reemplace, pero pronto la tecnología y las encuestas podrían ser sus sepultureras.
Por ahora es lo que hay y el que no lo considere así multa tendrá que pagar.
Se acerca a pasos agigantados el nuevo voto (voluntario) con su respectiva inscripción automática y ahí veremos qué pasa con esta estrella.
El voto tiene múltiples usos, entre otros permite que estos honorables determinen cómo y cuándo ir a trabajar, pero eso sí la dieta no se debe alterar, salvo algunas honrosas excepciones los demás ante la dieta jamás van a claudicar.
¡Ay! del país, si este ejemplo es seguido en los sindicatos o centros laborales que cuando estén en época de elecciones notifiquen a sus empleadores de la no asistencia al cumplimiento de sus funciones, pero eso sí, sin el sueldo afectar.
Es de esperar que el voto sirva también para que estos talentos que legislan no apliquen la eutanasia al mundo canino que hoy les molesta, sin que jamás hayan sido capaces de buscar una legislación que acredite que vivimos en un país que intenta ser civilizado y que matar perros, por muy vagos que ellos sean, también es un crimen. Esperemos los inspire el sentido de “supervivencia” cuando intenten eliminar lo que según ellos no sirve.
Para terminar un homenaje a los próceres legislativos sub-normales que intentaron otorgar la nacionalidad por gracia a un extranjero destacado del mundo del deporte, creyendo con ello se asegurarían su reelección, donde extrañamente se impuso una cuota de cordura y dignidad y no pasó de ser una ilusión que el “voto se llevo”.
Hola eugenio!
Fuimos compañeros en el darío salas, la otra vez te vi en la televisión y me acordé de ti.
un saludo a la distancia.