Cuatro tendencias preelectorales
Escribe Guillermo Holzmann
Analista Político
Como ya sabemos, el tiempo pasa de manera inexorable. Y ello es aplicable a todos los ámbitos de la vida social de un país.
En lo político, nos encontramos en la penúltima etapa de las campañas, donde el despliegue propagandístico se concentra en la búsqueda de nuevos electores mediante estrategias lideradas por quienes se perciben como mas rezagados en las encuestas y mediciones.
El escenario, a comienzos de octubre, muestra una tendencia a la consolidación de la ventaja del candidato Piñera, mientras que la competencia se centra entre Eduardo Frei y Marco Enríquez-Ominami.
En tal situación, la campaña concertacionista ha optado por una estrategia confrontacional –cuestión que ya habíamos señalado en columnas anteriores– como un mecanismo de presionar a los electores “tradicionalmente” de la Concertación para que mantengan y expresen su apoyo a Frei.
Lo notable es que si bien esta estrategia no le brinda ventajas evidentes respecto a Piñera, sí le brinda una diferenciación con Enríquez-Ominami. En este sentido, la campaña del ex presidente apunta directamente a consolidar, antes de la última etapa que comienza a fines de octubre, una ventaja sustantiva respecto al diputado y asegurar su paso a la segunda vuelta.
La estrategia de Enríquez-Ominami, por su parte, se centra en buscar un aumento de la adhesión electoral para conseguir pasar a la segunda vuelta, cuestión que aún es incierta y donde compite con la desventaja de no tener una estructura partidaria sólida que lo apoye, no obstante el respaldo en terreno que ha recibido de militantes y operadores clásicos de distintos partidos de la Concertación en la capital y en regiones.
La Alianza por su parte, se ha centrado en mantener una permanente propuesta respecto a distintos temas, confrontando a la Concertación, al Gobierno y al candidato Frei y manteniendo una discreta crítica a la candidatura de Enríquez-Ominami.
Bajo este diagnóstico básico, es posible establecer ciertas tendencias que se harán cada vez mas evidentes en la última etapa y se mantendrán posteriormente algunas de ellas.
La primera se relaciona con el grado de fragmentación progresiva de los partidos políticos, lo cual se hace más evidente en las agrupaciones de la Concertación y en menor grado en la Alianza. Ello permite plantear que independiente del resultado electoral, presidencial o parlamentario, el quiebre ideológico ocupará la agenda partidaria y se estima un complejo proceso de recambio generacional a partir de nuevas orientaciones ideológicas, distintas a las que han dado sustento a dichos partidos hasta ahora. Entre tanto, un aspecto relevante, será el conocer el grado de sobrevivencia con que queda cada partidos político, considerando, por ejemplo, el número de parlamentarios que elige finalmente y la distribución de poder entre los grupos al interior de cada colectividad. En otras palabras, la renovación estará directamente relacionada con quienes se apropien de la maquinaria partidaria, cuestión que ya está siendo manejada.