Sólo algo de pimienta

cardenasJuan Pablo Cárdenas S.

Qué absurda parece la pretensión de nuestros políticos de ser considerados servidores públicos cuando todos los días observamos su febril competencia por cuotas de poder, como el más dispendioso derroche por comprar apoyo ciudadano, asegurarse un cupo en el Congreso Nacional o acceder al palacio de La Moneda. Metálico nombre que nos parece hoy tan adecuado en esta democracia del dinero que efectivamente vivimos en Chile y tantas otras naciones.

En pocos meses de campaña hemos sido testigo de brutales codazos al interior de los partidos, su paulatino desmembramiento y la proliferación de candidatos sin propuesta alguna y en el más impúdico ánimo por retener o acceder a un cupo político. Por loables que sean sus propósitos, sabemos que la política es una actividad humana y que sus actores son seres de carne y hueso, con todas las flaquezas de nuestra especie humana. Sin embargo, ni en el mundo de la farándula televisiva puede observarse tanta egolatría, ambiciones y zancadillas para mandar de bruces a los adversarios que, por cierto, son casi siempre sus propios correligionarios, compañeros y camaradas. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” es la idea fuerza que orienta las estrategias comunicacionales de las distintas candidaturas.

Todo se vale en la confección de las listas parlamentarias. Se vulnera escandalosamente la Ley con la designación de postulantes que no pertenecen al distrito o circunscripción y que no trepidan en falsear los datos para tal propósito. Se burlan las disposiciones con miles de afiches, frases radiales y otros recursos propagandísticos que se despliegan en todo el país antes del tiempo establecido. Pactos instrumentales, opciones que se omiten, inscripciones ciudadanas que emigran de una zona a otra para favorecer a los candidatos ungidos por las cúpulas partidarias en esta “gran fiesta de la democracia”.

La popularidad de la Presidenta es disputada por sus aliados y detractores, después de que tantos en privado dudan de sus méritos. Todos quieren ser ahora Obama y como recurso de campaña se vale reclutar toda suerte de artistas y deportistas que en sus propias vanidades acceden al halago, la foto o el segundo de televisión al lado de estos curiosos autoproclamados servidores públicos.

Para colmo casi todo lo que se nos ofrece es más de lo mismo. Gran cantidad de diputados y senadores seguirán calentando asiento en el Congreso Nacional. Asimismo, los jóvenes reclutados como “rostros de campaña” lo más probable es que vuelvan al anonimato sin pena ni gloria después de los comicios. La novedad podría presentarse en quien llega a La Moneda, por lo que la incertidumbre en este sentido es acaso el principal atractivo de esta nueva contienda. Salvo lo que se señala como un batatazo, la verdad es que la falta de certeza sólo existe en el nombre del que llegue a puerto, porque se considera mínima la opción de un verdadero cambio una vez que se calce la banda presidencial. Puesto que todavía no se sabe a ciencia cierta cuáles pudieran ser sus reformas tributarias, estrategias energéticas, compromisos con la educación y tantos otros pendientes cruciales. Deliberadamente los candidatos le sacan el bulto a los grandes temas, al tiempo de querer engatusarnos con promesas vacuas y demagógicas de más empleo, seguridad pública y crecimiento con equidad… acaso la más embustera de las promesas electorales de todos los tiempos. Cuando, las cifras demuestran que no nos hemos demarcado un centímetro de un modelo económico fundado precisamente en la desigualdad, la mano de obra barata, como en la usura y el lucro más desenfrenados.

Una opción posible es resistirse a la inscripción en el Registro Electoral, anular el voto o dejarlo en blanco, pero los gestores de la institucionalidad que nos rige fueron hábiles en contar sólo los sufragios válidamente emitidos, con lo cual los partidos y candidatos electos quedarán inflados en un 40 por cierto o más su real apoyo ciudadano. En la certeza que sí tenemos que los que no marcan preferencia podrían constituir el partido más populoso y que mejor representa el estado de postración de nuestra política. A pesar de que esta vez ciertas incertidumbres y sorpresas pudieran ponerle algo de pimienta a nuestra desabrida democracia.

1 comentario
  1. Ricardo Cifuentes dice

    Comparto tu opinión Juan Pablo, estos tipos ya no sueñan ni quieren enfrentar con coraje los innumerables problemas -a todo nivel- que tenemos en la educación, en la salud, en la distribución del ingreso. Para qué decir de la recuperación de nuestras riquezas que se van a manos llenas al extranjero. Da mucha bronca constatar que todos quieren mantener sus cuotas de poder y sus pegas, mientras la gran mayoría sufre a diario la desprotección a todo nivel. Se sabe la cantidad de ansiolíticos y antidepresivos que toman los chilenos y a nadie pareciera importarle a qué se debe eso, así como el consumo de drogas y alcohol. Algo pasa en este país, en que muchos se están evadiendo de la sociedad que no los acoge.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

El Periodista